En su segundo año (puedes leer sobre el primero aquí), la
cambiaron a otro rancho llamado Epazotes Grandes. Aquí ya no dormía en el
cuarto donde daba clase, perdón, en la escuela, pues una pareja de viejitos la
hospedó en su casa. La señora se llamaba Doña Refugio Gudiño Yánez o Yánez
Gudiño (ya no se acuerda) y, según, eran los poderosos de ese rancho, dueños de
varias parcelas. Los viejitos no tuvieron hijos, así que el derroche de comida
se daba entre los invitados, como mi mamá. Recuerda con especial antojo el café
que hacía la señora.
Los padres de los alumnos vivían de lo que sembraban en su
tierra. Entre eso que sembraban también había mariguana que cuidaban para los
narcos. Era lo que escuchaba entre pláticas y este cultivo de encargo era lo
que realmente les dejaba.
Oh sí, antes del sexenio calderonista ya había narcotráfico
(aunque muchos mexicanos no supieron de su existencia hasta que la guerra
contra el narco se desató). Por lo mismo, y entre otras cosas, había militares
en Pinal para cuidar los ranchos y las minas. Ella recuerda a Guillermo Moreno
Serrano, en ese entonces Subteniente, o al menos así le decían.
No tiene nada que decir sobre él. Se acuerda que, por orden
del Subteniente, los soldados recogían y acompañaban a cada maestro para que
cobraras su quincena, es decir, lo escoltaban de la respectiva ranchería a
Pinal y de regreso. Se ríe cuando me dice que también los soldados tejían
sentados sobre la banqueta bajo las órdenes del Subteniente para que no se
emborracharan ni cayeran en otras tentaciones.
Ese tal Guillermo llegó a ser General y falleció hace poco.
Me acuerdo que Nancy habló para decirle que leyó en el periódico sobre la
muerte del Subteniente. “Él nos enseñó a disparar”, ¿a disparar?, “sí, a usar
un rifle”.
Tienes que aprender cuando vives en la sierra.