Gracias al reciente debate sobre el estado editor, a través
de sus organismos del Fondo de Cultura Económica y Conaculta, estuve
reflexionando un poco sobre mi relación con estas editoriales. Cuando adquiero
sus libros, no pienso en el estado editor, al estilo de los libros de texto en
la primaria.
Del Fondo compro, sobre todo, de filosofía. Los breviarios
me gustan, más en la onda de comentaristas y contextos históricos. Hace poco
compré Marx y su concepto del hombre, de
Erich Fromm, que también incluye los Manuscritos
económico-filosóficos. Buenísimo.
Breviarios, así sí estudio.
Además de traducciones y ediciones confiables de textos
filosóficos, mi última perdición son la ediciones alemán-español de Kant.
Aprendo sobre mi amigui Kanti y avanzo en mi manejo del idioma alemán.
Leer a Kant en alemán porque YOLO.
Como si esto no fuera suficiente, ahora que soy estudiante
de la Unam, me dan un descuentazo increíble en los libros de su editorial. Por
cierto, ¿han visto los libros infantiles del Fondo? Hay muchísimos de Isol, a
quien amo mucho con lo poco que queda de ingenuidad en mi corazón.
Mientras que de Conaculta, lo que más conozco es lo
relacionado con Tierra Adentro. Mi fascinación por las revistas incluía su
publicación, y me gustan sus libros de nuevos autores, unos más afortunados que
otros. Así conocí a Carlos Velázquez y un librito maravilloso llamado Cuando
todo el mar, de Gabriel León. Rescato que
puedo leer a autores que posiblemente no podría hacerlo en otro lado.
La edición de Tierra Adentro de La Biblia Vaquera.
Así que, este estado editor no me parece una mala idea.
Ayuda a mi muy particular caso escolar y nutre mis intereses peculiares. Pero,
claro, esta perspectiva es de una defeña.
Mi mamá me platicó que en Tamaulipas, tenían que juntarse
varios interesados para que un maestro viniera al DF a comprar libros para la
escuela (a nivel primaria). Okei, eso fue hace años, pero las cosas no han
cambiado mucho.
Mis primos hace poco terminaron la universidad (pública y
privada) en el estado tamaulipeco y pasaron por lo mismo. Si uno de sus
profesores venía al DF, se organizaban para que, a su regreso, llevara libros
que necesitaban para sus estudios.
Aunque, claro, la no llegada de libros no es impedimento para la creación literaria y, en general, artística. El Norte, ese microcosmos, siempre presente, aunque lo quieran incomunicar.