martes, 29 de septiembre de 2015

Camino a San Fernando

Estuve leyendo el extraordinario trabajo que realizan las personas de Periodistas de a pie sobre San Fernando. Ese anuncio de lugar olvidado por nosotros, pero recordado por el narcoestado, tan olvidado que pocos conocen cómo ha ido desapareciendo su comunidad y creciendo las fosas en la zona.


El camino que llega a Matamoros no pasa por San Fernando, pasa a un lado. El camión toma una desviación para seguir de largo y continuar hasta la frontera. Es un recorrido que se debe hacer con luz: o al amanecer o antes de que anochezca. Una vez estábamos por llegar a esa zona antes de que saliera el sol y el camión se detuvo. Me asomé por la ventana y no vi retén ni a nadie al lado de la llanta (como si quisiera arreglar algún problema mecánico). El chofer nos dijo que debíamos esperar a que amaneciera para atravesar San Fernando.

 Paisaje tamaulipeco.


Pasar de noche es un no. Mi gente de Matamoros (puedes leer sobre ellos aquí), cuando pasa por ese trecho, también sigue una rutina de seguridad: primero: avisa a un ser querido, ubicado en otra latitud, que se está por pasar San Fernando y, segundo, acelerar, no detenerse hasta salir de la zona. El protocolo especifica que se debe realizar de día, de noche ni siquiera se pasa por ahí.

N me platicó que hace poco se les ponchó una llanta antes de entrar a la zona de temer, no traían las refacciones para hacer el cambio y la noche se acercaba. Tomaron la decisión de seguir avanzando, aunque fuera lento, pues dejar que oscureciera en esa zona no era opción. Así que habló a su hermana que estaba en Matamoros (paso uno de protocolo) y no colgaron. Todo el camino se mantuvieron con el teléfono en altavoz y avanzaron, aunque tuvieran una llanta desinflada (paso dos). La hermana lloró al otro lado de la bocina y la mamá de ellas, que también iba en el carro, rezó todo el camino.


Leer el trabajo que hacen en Periodistas de a pie me parece necesario, porque vivimos en un país de fosas clandestinas (y no tan clandestinas) y desaparecidos.

La luz cuando pasas San Fernando

miércoles, 2 de septiembre de 2015

La finitud de la vida o porqué me gusta Snapchat

En el inicio de los tiempos, todo era diversión en internet, entretenimiento e ingenuidad. Nada formal, hasta que todo se volvió muy serio. Las personas toman posturas políticas en Facebook, se organizan manifestaciones en Twitter, las empresas ven tu LinkedIn antes de contratarte. 
 
Supongo está bien, pero esa misma seriedad le quitó la espontaneidad a la red. Ahora todo está ahí para siempre, una vez que lo subes, no hay vuelta atrás. La eternidad. Ahora pensamos todos nuestros pasos digitales: analizamos cada post, editamos cada foto, crucificamos a quienes se equivocan. Tantos juicios y miedo a que nuestra popularidad descienda. Todo lo cuidamos, extremamos precauciones, hasta esa nueva especie llamada CM se autodenomina “curadores de contenidos digitales”. Así cómo hacen los mismísimos curadores en los museos. Y cómo olvidar a mis favoritos: esos puritanos del lenguaje que se dedican a corregir los post ajenos, correctores de estilo sin cobrar.

Pero alguien vio la luz y creó Snapchat. Al fin alguien entendió la naturaleza de internet: foto que mandas, foto que desaparece, video que subes, video que se destruirá en 5, 4, 3, 2, bye. Esa ambición humana de luchar contra nuestra finitud y de querer que cada momento permanezca, ja. Nada es para siempre y Snapchat comprendió lo efímero de internet… y de la vida. (Ok, nada es tan bueno para ser verdad. Pueden tomar foto de pantalla antes de que desaparezca o bajar el contenido a su teléfono celular, pero tienen segundos para hacerlo).
 
Me encanta que nos despedimos del egocentrismo en su expresión bruta. No hay nada de esas cosas del diablo de likes, RT, corazones, comentarios. Adiós a los tormentos. Sólo tú puedes ver tus vistas. Despídete de subir tu mejor selfie y buscar la aprobación del público. Ni siquiera importa cuántos amigos o seguidores tienes.

Fantasmita: gslaura984

Sí, hay cosas importantes en la vida, pero ¡no lo quiero postear! Lo que quiero es subir fotos de cómo quedó mi maquillaje, antes de que las amigas malvadas me destruyan. Lo que quiero es sextear sin testigos. Lo que quiero es presumirle a mi amigo que está a dieta la hamburguesa gigante que comeré. Es contenido sin mayor trascendencia, que ni siquiera ocupará espacio en la memoria, ni del teléfono celular ni mía.

Contrario a ese afán de postear lo bella que es la vida y producir y editar y buscar una frase aspiracional sólo para subir una foto a Instagram, en Snapchat te puedes resistir y ser más honesto, más inmediato, incluso ¡más feo! Al principio, ¿internet no se relacionaba más con esto?

La TV so last century y Twitter es mi refugio ante lo arcaico de ver anuncios en la tv. Normalmente me gusta ver las premiaciones y estar en mi TL para aguantar la transmisión. Pero imaginen la pesadilla de leer un tuit, abrir el link y pasar cada una de las 186 fotos que consideran importantes. Hola 2015 y sólo tuve que abrir MTV en Snapchat y en menos de 3 minutos me enteré de todos los chismes de los VMA. Sí, así de superficial puedo ser.

Al principio me sentí culpable de que me gustara una app para millennials, pero luego leí este post y dejé de confesarme por usar Snapchat. Me gusta que lo limitado de la vida esté en un medio inmediato de internet.