Mi mamá llegó a Querétaro desde Tamaulipas, junto con otras
cuatro recién egresadas normalistas. Ahí la mandaron, ahí le tocó, no había
opciones, era la condición para ser maestro.
Estuvo 2 años en Pinal de Amoles, pero no en la cabecera
municipal, no corrió con tanta suerte. Primero estuvo un año en un rancho
llamado Epazotitos. Ser maestra en una zona urbana era algo muy lejano, antes
tenía que dar clases en una ranchería.
Para llegar a Epazotitos desde Pinal tenía que caminar dos
horas entre la sierra: subir el cerro y luego bajar, “me bajaba corriendo, se
me hacía más fácil”. No había caminos marcados, si acaso veredas, pues circular
por la zona era una actividad extraña.
Como era muy difícil llegar al lugar de trabajo, dormía en
la escuela entre semana y los viernes en la tarde regresaba a Pinal. Cuando
escribo la palabra escuela me refiero a un solo salón, donde se daba clases a
todos los niños, de primero a sexto. En la parte posterior, había una cama,
donde dormía el maestro o la maestra en turno.
“Me aseaba y bañaba con el agua que calentaba la gente de
por ahí. Cuando no había agua o ya no aguantaba, me regresaba a Pinal, aunque
sabía que al día siguiente tendría que caminar 2 horas para llegar a la
escuela”. Entonces dormía en el lugar donde trabajaba, en el cuarto donde daba
clase y tenía su cama. “Las primeras noches no dormí, por el frío y el miedo”.
Cuando escribo rancho o ranchería no me refiero a una granja
o algo similar. Sino a la comunidad que vive más o menos cerca de la escuela
(el salón/dormitorio) y la pequeña capilla, ambas construcciones son el
epicentro de la ranchería. Las casas están repartidas entre la sierra, más o
menos cerca, a una distancia de 20 minutos mínimo caminando entre una vivienda
y otra.
Para conseguir material, tenía que insistir al
supervisor del municipio para que
enviaran libros, mientras que los lápices a veces los compraba cuando iba a la
ciudad de Querétaro, “si acaso íbamos una vez al mes”. Algunos niños llevaban
alguna libreta toda arrugada y un pequeño morral. Si alguno quería ir a la
secundaria tenía que mudarse a Querétaro. El concepto de escuela pública no
aplica para todo el país.
Mi papá, por su trabajo, tenía que visitar cada una de las rancherías de la zona. Si había camino, usaba la camioneta, si no tenía que caminar sobre veredas y caminos inexistentes entre la sierra. A veces alguien le prestaba un caballo. Qué imagen, mi papá cabalgando entre la montaña. Y uno tan pinche citadino que es.
Mi papá, por su trabajo, tenía que visitar cada una de las rancherías de la zona. Si había camino, usaba la camioneta, si no tenía que caminar sobre veredas y caminos inexistentes entre la sierra. A veces alguien le prestaba un caballo. Qué imagen, mi papá cabalgando entre la montaña. Y uno tan pinche citadino que es.
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