Debo aclarar que le entré a la onda ciclista hace unos
meses. Cada vez que ruedo con Turbina (así se llama mi bici, gracias a esta canción), me enamoro más de esta actividad. Así como el primer amor, te clavas
sin importar el mañana.
Sí, ya sé que muchos dirán que es una moda, que odian a los
ciclistas, que son unos chiflados y un sinfín de pretextos y reclamos. Tal vez
tendrán algo de razón, pero no es el tema que me ocupa en esta ocasión.
Acá, en el norte del DF, no hay ciclopistas y mucho menos
estaciones de Ecobici. Vivo con la esperanza de que aumenten estos servicios
más allá del circuito Roma-Condesa-Polanco-Reforma. No tengo nada en contra de
estas zonas defeñas, pero en Reforma, por ejemplo, existen varias estaciones
muy cercanas entre sí, cercanas me refiero a dos cuadras de distancia.
El Paseo Dominical, Muévete en Bici lo han extendido hasta
unas cuadras de mi barrio norteño, a la calle de Victoria (mapa). Aunque se
agradece, la experiencia es un poco complicada.
En primer lugar, el estado de Calzada de los Misterios es
lamentable. Baches, hoyos, topes involuntarios, vías de tren en pésimo estado,
mosaicos levantados, coladeras destapadas. No sabía que podía haber tantos
males en una calle. He visto muchas caídas en esta pista de obstáculos, donde
cualquiera puede tropezar, a menos que seas un maestro del manubrio, como
Vincenzo Nibali, claro.
La otra razón es que hay varios cruces peligrosos y no hay
policías auxiliares. Es decir, los coches, al no ver a su igual (o sea, otro
coche), no se detienen en los altos. Cruces como los de Robles Domínguez,
Manuel González, Circuito Interior, que son avenidas grandes, no cuentan con
ayuda eficiente.
A diferencia de la parte bonita, la turística, donde hay
policías y personas con letreritos de alto/siga para ayudar a cruzar con más
seguridad. Las autoridades (cof cof, Tanya Müller) siempre presumen la parte de
Reforma. Deberían ver el cruce de la glorieta de Simón Bolívar, donde los
coches y camiones avientan lámina a ciclistas, corredores, paseadores, perros y
niños (aquí puedes leer sobre una zona de por ahí: Tlatelolco).
Una vez escuché a unas chavas decir: llegamos a la parte más
fea. No las culpo. En vez de que la ampliación del paseo sirva para que
conozcan esta parte olvidada de la ciudad, los anima a no regresar.
A
pesar de esto, en el norte también andamos en bici. Espero no nos olviden. De
hecho, es uno de los propósitos de este humilde blog: subrayar que también hay
vida al norte.