domingo, 8 de noviembre de 2015

Mit den Wölfen kämpfen

Escribí este pequeño texto sobre el rancho en Jaumave para mi clase de alemán (ustedes disculparán lo arcaico, ya casi termino los niveles básicos).

Fast mein ganzes Leben habe ich in Mexico-Stadt gelebt. Die U-Bahn, die Hochhäuser und der Zement sind gewohnt für mich. Als ich zum ersten Mal auf dem Bauernhof von meiner Familie war, war ich überrascht. Ich habe sie besucht, aber ich war noch ein Kind. 

Der Bauernhof ist in Tamaulipas, die Natur ist schön: die Berge sind sehr hoch. Es gibt viele Nussbäume, weil sie sie säen. Die Hunde sind schmutzig, aber sie sind nötig, weil sie in der Nacht mit den Wölfen kämpfen. In der Stadt sind die Hunde sehr verwöhnt. Hier vermöhnen die Leute die Pferde, sie sind wie die Hunde der Stadt. 

Estos son algunos de los guardianes.

Ich habe mich geekelt, als ich gesehen habe, wie sie Hühner geschlachtet haben. Das war eine neue Erfahrung, weil wir in der Stadt nicht sehen, wie sie die Tiere töten, die wir essen. Deshalb vergesse ich nicht meine erste Reise zum Bauernhof.

 Bien peinados.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Casi nos levantan

Después de este recorrido por la naturaleza, hicimos escala en el rancho para recoger atole y tamales preparados por la mamá de Nch (esposo de tía M). Como no quisimos quedarnos a dormir, mamá, tía M y yo emprendimos el camino de regreso a Cd. Victoria, un camino que, gracias a una reciente autopista entre las montañas, se hace en una hora. 


Ya casi oscurecía, hecho que en Tamaulipas significa: guardarse. Pero pensamos que podíamos llegar a buena hora a Victoria. Mi tía M manejaba, yo de copiloto y mi mamá vivía la tranquilidad de ser pasajera (I like the peace in the backseat). Los levantamientos en el estado se han extendido, no sabemos cuánta gente es enterrada sin nombre, muerta sin duelo, desaparecida a la fuerza. Simplemente no lo sabemos.


Llegamos a la desviación. Tía dio la vuelta para tomar el camino hacia Victoria, pero se orilló demasiado. Cuando sentí el movimiento extra, volteé para tratar de identificar porqué había dado la vuelta tan abierta. Escuché que dijo: ay Y. A un costado, vi un carro y alcancé a ver al copiloto con un arma apuntando al cielo. Nos detuvimos en la orilla, dos de los tres hombres se bajaron, se pararon a un lado de la camioneta y nos dijeron que nos bajáramos. No dudé en quitarme el cinturón, desabrochar el cinturón a tía y decirle que bajara, no dudé en abrir la puerta, bajarme, abrir la puerta de atrás, ayudar a mi mamá a bajar y cerrar la puerta. Dejé a mi mamá parada y me acerqué a la ventana del copiloto para escuchar a mi tía, quien ya se había bajado también, decir: llévatela, ahí está, llévate la camioneta.


Recuerdo ver hacia la vegetación a orilla del camino y preguntarme: ¿si corro y me escondo? Pero no podía irme sola. Cuando uno de ellos se llevó la camioneta, recuerdo que sólo pensé: si nos van a matar, que sea a las tres; si nos van a levantar, que sea a las tres; la idea de separarnos me pareció la peor opción. Vi el cielo azul oscuro lleno de estrellas, al menos quería tener una imagen sublime en mi cabeza.

Estábamos las tres paradas, lo más cerca una de la otra, apenas alumbradas por la luz del carro. El copiloto ya se había subido al coche. Todos nos vamos a morir algún día, pero no quería que ese día fuera ese día, y no lo fue. El copiloto nos preguntó: ¿a dónde iban? No supe si contestar pero lo hice: a Victoria; “súbanse, las llevamos”; y lo único que pude articular fue un no, gracias. Le dije gracias a ese hombre que no sé qué lo orilló a cometer ese tipo de acciones. Le dije gracias porque así fue como me criaron. Ante la negativa, aceleraron hasta que los focos rojos del coche desaparecieron. 

Nos quedamos a un costado del camino y, entonces, sentí miedo. Todo pasó en menos de 5 minutos que no tienes tiempo de nombrar los sentimientos, pero en ese momento sentí el miedo: ¿qué tal si regresaban, si llegaban otros, si los coyotes bajaban de la montaña, si teníamos que caminar, si pasábamos la noche en la carretera? Un camión de pasajeros pasó, tía le hizo señas para que se detuviera, el chofer nos vio, pero no lo hizo. No lo culpó, no sé si yo hubiera hecho algo diferente. Mamá, entre lo fugaz del momento, confundió su bolsa con la bolsa del atole, al menos teníamos eso. Recordé que alcancé a tomar mi bolsa, en ella estaba mi celular. Le marqué a mi querida prima V, traté de hablar lo más calmada posible para decirle que estábamos bien, pero algo había pasado. En lo que llegaron por nosotras, sólo nos quedó esperar en la oscuridad y vi el cielo oscuro, y no fue la última vez que lo vi. 

 Apenas empieza a ponerse el sol y la oscuridad llega.