Into the Wild se convirtió en una
doble meta, en un doble camino que marcó mis pasos. Además de vivir tranquila
sin tantas cosas, admiré que un periodista plasmara una gran historia de una
gran persona común (y real) en un libro. Son precisamente esas historias, de
las personas comunes, las que me parecen más reales. Por eso me gusta escuchar
las historias que suenan en las calles, como si flotaran entre los edificios,
esperando que alguien las cache para plasmarlas en el lenguaje escrito.
No creo en la escritura que se
hace desde la soledad, como un acto de egoísmo. Aunque sentarte a escribir es
un acto solitario, cuando lo haces, esas voces que escuchaste te acompañan al
marcar las letras. Contar una historia que persista, que cuando la gente la lea
se pregunte por las personas en la historia y no por el escritor, es la
escritura que me parece digna.
Después me pareció curioso
encontrar algo de Chris McCandless en aquel chico que me contó sobre Into the
Wild. Además de un parecido físico (barba, bigote, cabello medio largo, medio
güero no son características precisamente difíciles de encontrar en un hombre),
me pareció ver algo de la actitud de Supertramp en R: renunciar al dinero proveniente de una familia medio acomodada, estar bien con las cosas necesarias
y dejar que el camino te guíe, aunque el destino sea una playa en el Caribe.
No soy una persona valiente,
tampoco soy hábil físicamente. Fui Scout unos años de mi infancia y aprendí que
puedo no morir en un campamento a las faldas del Popocatépetl y a hacer nudos.
No aprendí a buscar comida en el bosque ni a hacer fogatas. Llegué a la
conclusión de que, si quiero irme a Into the Wild, necesito un Supertramp.
Los Troncos, Tamaulipas.
Si encontré unas características
en R, no me pareció complicado buscar otros aspectos de Supertramp en otros
hombres. En T encontré su bondad y sensibilidad, él también creía que la
felicidad sólo es real cuando es compartida, pero no sabía hacer fogatas y su
sentido de orientación no era muy bueno, siempre era yo quien nos sacaba de los
laberintos en la ciudad y también era yo quien se apalabraba con los choferes
cuando teníamos que tomar un taxi en la madrugada.
Después en M encontré que, además
de ser sensible, le gustaba ir al Norte, así como sus climas extremos (ya fuera
el desierto o el hielo). Para mí sorpresa, él sabía hacer fogatas, pero una vez que vimos una
película de zombies, lo abracé y le dije: M, tengo miedo; él me abrazó y me
dijo: yo también.
Ahora quisiera encontrar a un
hombre que además de ser valiente y sensible, sepa hacer fogatas y pueda vivir
en la naturaleza, aunque sólo sea por un breve periodo de tiempo. Tal vez no es
el hecho de dejarlo todo, sino de no dar importancia a las cosas, poder vivir
con poco. Si de paso, se parece físicamente en algo a Alex Supertramp y no le
molesta acompañarme al Norte, no podría pedir más.
Por eso a veces pregunto ¿cuándo
nos vamos como el de Into the Wild?, esperando que alguien conteste: ya.
Miquihuana, Tamaulipas.