lunes, 18 de agosto de 2014

Regreso a clases

El año pasado volví a tomar clases. Después de cinco años, dije: voy por la segunda ronda. Ya casi llego a la mitad de mi segunda licenciatura y termino el nivel A1 del alemán, apenas.

Hoy regresaron mis sobrinas a la escuela. Obvio asisten a un colegio de la zona norte del DF, norteño como al que yo fui desde mis años preescolares.

Mi excolegio es el primerito que ves cuando entras al DF desde Pachuca y la zona de las pirámides.

Recuerdo que desde el salón podías ver el cerro y, si tenías una vista de halcón, la carretera que lo atraviesa. También recuerdo que, cuando había incendios en el cerro, se veía el humo o, incluso, podías ver a la gente paseando en la montaña.

Existía esa sensación de al aire libre. Ese colegio tenía un gran, grandísimo terreno, con un campo central enorme. Casi que aprendí a sumar entre la naturaleza.

Fue hasta la prepa que corté el cordón umbilical del norte defeño y me fui a estudiar al sur, a un colegio súper fresa de Mixcoac. Ahí aprendí que las escuelas son aulas, sin campos de pasto verde, sino cemento con rayas amarillas y rojas, que el panorama no consiste en ver un monte, sino que una escuela está sumergida en la ciudad.

Después de ir a una universidad en Santa Fe, ahora voy a LA universidad sureña (y supongo que mexicana también) por excelencia. Desde ahí también puedo ver las montañas. 

Así ha sido mi vida escolar, ir a colegios y universidades en los extremos de la ciudad. A la primera y a la última, a una norteña y a una sureña, desde el principio hasta el final de la ciudad, o viceversa.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario