sábado, 11 de abril de 2015

Tijuana vs Mérida

Casualmente, me tocó trabajar con personas de dos ciudades de los extremos del país: Tijuana y Mérida, norteños y (medio) sureños. En un periodo corto (de aproximadamente dos meses en cada ciudad), me di cuenta que tan diferente es crecer en la frontera norte y en una ciudad colonial cerca del caribe.

Por un lado, los habitantes de la frontera norte más mainstream (lo siento, lo digo en buena onda, para cosas más hardcore, hay otras líneas divisorias) fueron más pleiteros. Estoy acostumbrada a que la gente norteña me hable golpeado, siempre directos y al grano, con medio gritos y medio canto, que no sabes si están enojados o alegres de verte (ya me las sé), y los tijuanenses no fueron la excepción. Además, por lo que escribían (tenían que reseñar lugares), siempre me los imaginé que cada fin de semana morían en un bar y resucitaban comiendo mucho picante sobre alguna botana.

Mientras que los meridenses eran mucho más tranquilos. La mayoría de las veces escribían sobre lugares para tomar café y platicar con los amigos, también iban a bares pero sólo a tomar unas cervezas y ya, nunca escribieron sobre comerse la oscuridad en una noche. En el trato siempre, eso sí, fueron muy amables. A veces hasta me sentía culpable por corregirlos o llamarles la atención, mas bien me daban ganas de abrazarlos. Me deslumbró su interminable buen humor.

Por eso quería ser como los meridenses, siempre amables y sonrientes, aunque me identifiqué más con los tijuanenses, siempre a la defensiva. No creo que sea la diferencia de clima entre ambas ciudades, tal vez son los estímulos que reciben, mientras unos ven un cielo extremadamente azul y casas color pastel, los otros ven luces neón y murallas. 

No lo sé, pero me dio mucha curiosidad que por azar tuviera que trabajar con gente de dos ciudades de los extremos del país porque a veces a los defeños les (nos) gusta pensar que fuera del centro no hay nada, pero como buena norteña sé que la periferia es mejor

 Amablemente, el trabajo me patrocinó un 
viaje a la ciudad blanca.

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