miércoles, 5 de agosto de 2015

Y nunca regresó a Pinal de Amoles

Me cuenta que en mero Pinal la situación escolar era un poco menos problemática. Curioso es que había (o hay) una escuela de monjas y que, en ese entonces, tenía más alumnos que cualquier escuela federal de la zona. Pero, ¿quiénes iban a una escuela privada? Ah, pues los hijos de los dueños de las minas (es zona minera, he ido a Pinal sólo una vez, recuerdo a señores caminando sobre calles empedradas con la ropa machada de negro, al igual que la cara y manos, algunos todavía con sus cascos puestos); también los hijos de los capataces (qué palabra, me suena tan época colonial, pero todavía se usa).

Esto está situado en 1971, 1972 y 1973. Mi mamá se fue y no regresó hasta 1995. Fueron más de 20 años de no ir a Pinal de Amoles, un lugar que cambió su vida: representa el escape de Matamoros, la separación de su papá (sólo lamenta haber dejado a sus hermanos) y el inicio de su familia (ahí conoció a mi papá), además de su primer trabajo.

Espero convencerla de ir pronto, pues siempre se niega. Le cuesta recordar detalles de esos años, porque cuando se fue de ahí no dio vuelta a la hoja, sino que la arrancó del cuaderno y la tiró. Supongo que vivir entre la sierra en esas condiciones no es algo que uno quiera repetir y que poco o nada tiene que ver con la vida hippie que nos imaginamos o con una zona que está bajo los reflectores que hasta turistas recibe.
 
Quiero ir y ver las montañas. Caminar, ver la capilla y las casas entre la sierra. Hablar con la gente, tal vez alguien recuerde los nombres de mis papás.

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