Desde pequeña recuerdo los retenes en las carreteras de
Tamaulipas. No es nuevo, aunque el número ha aumentado y el procedimiento
también lleva más tiempo.
Cuando hacíamos el viaje del DF a Matamoros en coche, con mi
papá al volante, apenas nos detenían en los retenes. Seguramente la lógica de
“es una familia” tenía algún significado para el cuerpo militar. Si acaso le
preguntaban a mi papá cuál era nuestro destino final, si no, sólo hacían la
señal internacional de “siga avanzando, no se detenga”. Eso era todo, no había
más por hacer. Ahora existen diferentes modalidades.
Hay un control militar cerca de Jaumave (rumbo a Ciudad Victoria),
dos o tres soldados se paran a la mitad de la diminuta carretera (un carril
para cada dirección). Es un puesto construido precariamente. Tal vez sea el
único retén que posea la antigua modalidad de sólo preguntar y creer la
respuesta. No siempre te detienen de día, pero desde que empieza a anochecer
todos deben detenerse y contestar. Una vez pasamos de noche, mi tía y mamá iban
adelante en una camioneta. Mi tía, al volante, le dijo al soldado que en el
coche de atrás veníamos nosotras: mis primas y yo, para que no nos interrogaran
tanto. Cumplieron la petición de una mamá, sólo nos sonrieron y aceleramos.
Control militar pequeño cerca de Jaumave.
Cerca de Tula existe otro retén que me recuerda la seguridad
de un aeropuerto. Este siempre lo he cruzado cuando viajo en camión y de
madrugada. El camión se detiene, un soldado revisa por fuera y otro (y a veces
uno más) sube al área de pasajeros. Prenden las luces, a veces sólo piden
credencial e interrogan a algunos sobre su origen y destino, otras piden que
todos bajen con credencial en mano para una revisión de equipaje. Seleccionan
algunas maletas y las colocan sobre una mesa similar a las del aeropuerto. Si
fuiste seleccionado, tú debes abrir tu maleta, enseñar lo que hay dentro y
cerrarla, los soldados no usan las manos, sólo los ojos. Si no fuiste
seleccionado, sólo debes esperar en la fila. Hay mucha luz gracias a los postes
gigantes y no hay pasto, sólo tierra. He sido seleccionada varias veces, nada
extraordinario ha pasado, excepto una vez que se me resbaló de las manos la
llave del candado de mi maleta. Pensé que los soldados me reprocharían algo pero no, me ayudaron a buscar la diminuta
llave sobre la tierra seca.
El retén antes de llegar a Matamoros es el más
cinematográfico: con torres no muy altas y soldados vigilando, ametralladoras
grandes, postes con luz extra, camiones-tanques a los costados de la carretera
y, mi favorito, fogatas gigantes. No hay nada más temeroso que el fuego en la
nada oscura. Nunca me ha tocado bajar en este, pero los soldados revisan el
camión y suben para ver a los pasajeros con una lámpara, preguntan a algunos,
piden credenciales a otros y bajan.
Es un proceso fugaz. Tal vez parezca algo complicado y terrorífico, pero en el momento, apenas es perceptible. Supongo así son fabricados los retenes, como algo simulado.
Es un proceso fugaz. Tal vez parezca algo complicado y terrorífico, pero en el momento, apenas es perceptible. Supongo así son fabricados los retenes, como algo simulado.
Tierra seca, caminos angostos, pero montañas de verdad.
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